Es una maza grande y pesada.
Golpeo la pared de ladrillo.
Golpeo con ganas,
como desahogándome.
Pienso en abrirle la cabeza a mi jefe.
Pienso en destrozarle a golpes.
Golpeo con furia
una y otra vez.
Dejo que mi rabia salga.
Le doy permiso.
Y golpeo.
Y golpeo.
Golpeo hasta el agotamiento.
Me siento más relajado.
De pronto,
se me escapa la maza de las manos
y me golpeo
justo en el dedo gordo del pie.
Siento un dolor horrible.
El dedo se me pone morado.
Me vuelven las ganas de matar a alguien.